El gusano barrenador del Viejo Mundo, Chrysomya bezziana Villeneuve, es un parásito estricto de los mamíferos, incluido el ser humano, durante sus fases larvarias. Pertenece a la subfamilia Chrysomyinae de la familia Calliphoridae del orden Diptera (moscas verdaderas). Las larvas que se alimentan de la piel y de los tejidos subyacentes del huésped provocan una afección conocida como miasis traumática, que puede ser mortal. Las infestaciones se adquieren generalmente en sitios con heridas previas, debido a causas naturales o a prácticas ganaderas, pero también pueden producirse en las mucosas de los orificios corporales. Las moscas hembras son atraídas por las heridas, en cuyos bordes cada hembra pone una media de 175 huevos. Las larvas emergen en 12-24 horas e inmediatamente comienzan a alimentarse, escarbando con la cabeza hacia abajo en la herida. Después de pasar por tres fases larvarias con dos mudas, las larvas abandonan la herida y caen al suelo, en el que se entierran hasta llegar a la fase de pupa. La duración del ciclo de vida fuera del hospedador depende de la temperatura, siendo más corto a temperaturas más altas, y el ciclo completo puede completarse en menos de tres semanas en los trópicos. El tratamiento se efectúa generalmente mediante la aplicación de insecticidas organofosforados en las heridas infestadas, tanto para matar las larvas como para proporcionar una protección residual contra la reinfestación. Las medidas preventivas incluyen la pulverización o inmersión del ganado susceptible con compuestos organofosforados y, más recientemente, el uso de avermectinas (especialmente la doramectina) en forma de inyecciones subcutáneas a los animales «de riesgo». El control estricto de los movimientos de los animales fuera de las zonas afectadas también actúa como medida preventiva. No hay vacunas ni productos biológicos disponibles, salvo el uso de moscas macho esterilizadas en la técnica de los insectos estériles. En esta técnica, un gran número de moscas macho esterilizadas se liberan secuencialmente en el medio ambiente, donde sus apareamientos con hembras silvestres producen huevos infértiles, lo que conduce a una reducción inicial de la población y, progresivamente, a su erradicación. Las implicaciones zoonóticas son considerables porque los seres humanos, especialmente los jóvenes, los ancianos o los enfermos, pueden ser infestados, con consecuencias graves y a veces mortales.
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