La tularemia es una zoonosis causada por la bacteria Francisella tularensis. Se da de forma natural en lagomorfos (conejos y liebres) y roedores, especialmente en roedores microtinos como los ratones de campo, las ratas de campo y las ratas almizcladas, así como en los castores. Además, se ha notificado la infección de una gran variedad de otros mamíferos, y el organismo se ha aislado en aves, peces, anfibios, artrópodos y protozoos. Los artrópodos hematófagos desempeñan un papel importante tanto en el mantenimiento de F. tularensis en la naturaleza como en la transmisión de la enfermedad. La enfermedad se caracteriza por fiebre, depresión y a menudo septicemia. En los seres humanos, puede haber úlceras o abscesos en el lugar de la exposición (esto rara vez se ve en los animales) y la inflamación de los ganglios linfáticos regionales. Los dos tipos de F. tularensis más relevantes desde el punto de vista clínico se reconocen en función de las características del cultivo, la epidemiología y la virulencia. Francisella tularensis subsp. tularensis (tipo A) se asocia principalmente a los lagomorfos en Norteamérica y se transmite sobre todo por garrapatas o moscas picadoras o por contacto directo con animales infectados. Es muy virulenta para los humanos y los conejos domésticos, y la mayoría de los aislados fermentan el glicerol. Francisella tularensis subsp. holarctica (tipo B) se da principalmente en roedores acuáticos (castores, ratas almizcladas) y ratones de campo en Norteamérica, y en lagomorfos (liebres) y roedores en Eurasia. Se transmite principalmente por contacto directo o por artrópodos (principalmente garrapatas y mosquitos), pero también puede transmitirse por inhalación o a través de agua o alimentos infectados. Es menos virulenta para los humanos y los conejos domésticos, y no fermenta el glicerol. En los animales susceptibles, los signos clínicos de depresión grave van seguidos de una septicemia mortal. El curso de la enfermedad dura aproximadamente de 2 a 10 días, y los animales suelen estar muertos cuando se presentan para el diagnóstico. La mayoría de las especies domésticas no suelen manifestar signos de infección por tularemia, pero desarrollan anticuerpos específicos contra el organismo tras la infección. En las ovejas se han producido brotes con una elevada mortalidad causada por el organismo de tipo A. Entre los animales domésticos, la infección por F. tularensis puede provocar una enfermedad clínica en los gatos, pero es menos frecuente en los perros. Ambos han sido implicados en la transmisión de la enfermedad a los humanos, de los gatos a los humanos, más comúnmente a través de mordeduras o arañazos y de los perros a través del contacto facial cercano, las garrapatas y los cadáveres recuperados, así como las mordeduras. Se están desarrollando nuevas vacunas contra la tularemia, pero aún no están autorizadas para su uso en humanos o animales.
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