Recientemente ha surgido un nuevo concepto: «un mundo, una salud», que subraya la súbita toma de conciencia colectiva del vínculo existente entre las enfermedades animales y la salud pública. ¡Ya era hora!
Desde hace tiempo es sabido que un 60% de las enfermedades humanas infecciosas conocidas son de origen animal (animales domésticos o salvajes), al igual que un 75% de enfermedades humanas emergentes y un 80% de agentes patógenos que pueden ser utilizados por el bioterrorismo. Se sabe también que la alimentación regular de las poblaciones con proteínas nobles derivadas de la leche, del huevo o de la carne es vital, y que su carencia constituye un problema de salud pública.
Según algunas evaluaciones, las pérdidas mundiales de producción debidas a las enfermedades que afectan a los animales para el consumo superarían el 20%, de lo que se deduce que incluso las enfermedades animales no transmisibles al hombre podrían generar serios problemas de salud pública por las penurias y carencias que pueden entrañar.
Se sabe también que los flujos sin precedente de mercancías y de personas constituyen otras tantas oportunidades de propagación mundial generalizada de todos los agentes patógenos, y del mismo modo los cambios climáticos, que ofrecen nuevas ocasiones de propagación, especialmente mediante vectores como los insectos, que hoy colonizan nuevos territorios, cuando hace algunos años eran aún demasiado fríos para que sobrevivieran durante el invierno.
La prevención de todos estos nuevos peligros radica en una adaptación armoniosa y coordinada de los dispositivos de gobernanza sanitaria a nivel mundial, regional y nacional.
A nivel global, por ejemplo, la OIE ha modernizado su sistema de información mundial sobre las enfermedades animales (zoonosis incluidas) creando WAHIS. Gracias a este mecanismo, todos los países del mundo están enlazados en línea a un servidor central que almacena todas las notificaciones obligatorias enviadas a la OIE, con respecto a las 100 enfermedades de animales terrestres y acuaticos estimadas prioritarias actualmente.
La OMS ha adoptado el Reglamento Sanitario Internacional que confiere nuevas obligaciones a sus Miembros. La OIE, la OMS y la FAO han creado el sistema GLEWS («Global Early Warning System»), una plataforma común a las tres organizaciones para mejorar la alerta sanitaria precoz a escala mundial.
La OIE, la OMS y la FAO (con el apoyo de la UNICEF, del UNSIC y del Banco Mundial) han preparado un documento consensual sobre las medidas mundiales necesarias para coordinar mejor las políticas sanitarias médicas y veterinarias a fin de tener en cuenta las nuevas exigencias de prevención y lucha contra las zoonosis. Este documento fue presentado y adoptado por los ministros de más de 100 países en la Conferencia de Sharm el Sheij en Egipto, en octubre de 2008.
A nivel nacional, la OIE ha creado un mecanismo de evaluación independiente, manejado por la OIE, de los sistemas zoosanitarios en los países que lo deseen para verificar en particular la conformidad de sus Servicios Veterinarios con las normas internacionales de calidad adoptadas y publicadas por la OIE, que constituyen la base de una buena gobernanza. Más de 120 países se beneficiarán de esta acción que deriva de la utilización mundial de la herramienta PVS (Prestaciones de los Servicios Veterinarios) de la OIE.
La evaluación PVS permite formular un primer diagnóstico de gobernanza eventualmente complementado por una misión de análisis de brechas, que permitirá prescribir el «tratamiento» necesario para, en función de las prioridades del país, remediar las deficiencias constatadas durante el diagnóstico.
Aunque no exista aún un sistema equivalente para los sistemas de salud pública, la utilización de la herramienta PVS puede permitir, entre otras cosas, formular recomendaciones para mejorar la cooperación entre los Servicios Veterinarios y los servicios de salud pública. Los eventos recientes han mostrado que esta cooperación resulta primordial ante enfermedades zoonóticas como la rabia o la gripe aviar altamente patógena o bien ante ciertas toxiinfecciones alimentarias. En todos estos casos, el control del agente patógeno en la fuente animal podría evitar cualquier problema ulterior de salud pública, de ahí la importancia de los arbitrajes presupuestarios apropiados en materia de acción preventiva y la utilidad de los comités paritarios nacionales en los que participan los Servicios Veterinarios y los Servicios médicos destinados a instaurar una concertación y una cooperación permanente, que lamentablemente no existen en numerosos países.
Es de desear que los debates actuales en torno al concepto «un mundo, una salud» den por resultado compromisos cada vez más concretos de todos los países del mundo en lo que atañe a la transparencia de su situación sanitaria y al establecimiento de mecanismos que permitan detectar oportunamente los brotes de enfermedades, mediante bases legales sólidas e inversiones nacionales que posibiliten su conformidad con las normas de calidad, especialmente a nivel de los Servicios Veterinarios, con el apoyo de la OIE y de sus gobiernos y, si es necesario, de donantes internacionales.
También es de desear que los Países y Territorios Miembros continúen asumiendo el compromiso de reforzar cada vez más las bases internacionales legales de la OMS y de la OIE en relación con las obligaciones de cada uno de respetar el conjunto de normativas a fin de no poner en peligro a los demás Miembros si las enfermedades no se detectan rápidamente o no se notifican correctamente.
En cambio, habría que evitar que el concepto «un mundo, una salud» abra la vía a iniciativas peligrosas como la búsqueda de economías de escala, sobre la base de visiones puramente teóricas de aprendices de brujo como la fusión de los Servicios Veterinarios y de los Servicios de salud pública, por ejemplo.